Fernando Alonso tiene este fin de semana una cita con la Historia. Y para conseguir su objetivo, tiene al menos un precedente que puede ayudarle a creer que es capaz de conseguirlo: en 1986 Prost se llevó el Mundial en la última carrera cuando no era el favorito.
Quizá por eso Alonso quiere repetir lo que logró el francés, cuando se proclamó campeón del mundo siendo muy inferior al coche rival (el Porsche Turbo de Prost era
incapaz de hacerle sombra al Honda de Williams).
Aquel año tiene muchas similitudes con el actual. A la
última carrera del año llegaba un
piloto como claro favorito, Nigel Mansell -ahora es
Sebastian Vettel- que tenía como máximos rivales a Nelson Piquet, su
compañero en Williams, y a Alain Prost. Los Williams mandaron en la
clasificación y
Prost tuvo que salir desde la cuarta plaza.
Alain Prost sabía que tenía que ganar y que los demás
‘pincharan’ para ser campeón. Cuando comenzó la carrera, Mansell, al que
le bastaba ser tercero para ser campeón (a Vettel le basta con ser
cuarto), se mostró muy conservador, quizá demasiado.
Una avería de Ayrton Senna, el excesivo cuidado de Mansell
-se dejó adelantar por dos pilotos en la salida y poco después por
Prost-, un compañero, Keke Rosberg, dispuesto a dejarse adelantar por
Prost y un Piquet que mandaba en carrera pero no aguantó la presión de
Prost fueron el cóctel perfecto para que el francés liderara la carrera.
Pero entonces apareció la suerte. Prost
pinchó y quedó relegado al cuarto puesto. Y entonces pinchó su compañero Rosberg, poco después Mansell.
El miedo los pinchazos obligó al equipo de Piquet a mandarle a boxes
para cambiar neumáticos algo que aprovechó Prost para liderar una
carrera que acabó ganando y que le convirtió en bicampeón del mundo.
Prost no era el favorito, pero lo consiguió. Una historia a la que se agarra Fernando Alonso para
mantener intacta su motivación y para meter presión a un Sebastian
Vettel que no quiere ser el nuevo Nigel Mansell
¡¡¡Todos con Alonso!!!
