martes, 30 de abril de 2013

Diez canciones que has cantado seguro

Una teoría extendida es que basta una melodía pegadiza y un estribillo sencillo, que además suene mucho en las radiofórmulas, para lograr el tan deseado efecto coro. Puede valer con Michel Teló, pero en el mundo del rock y fuera de la factoría de los éxitos prefabricados, el asunto no es tan sencillo. Hace un año, dos universidades estadounidenses y una tercera británica realizaron un experimento para intentar desentrañar el secreto de por qué hay temas que son tan pegadizos como un novio durante la ESO. O tan difíciles de olvidar como el primer beso. Hicieron que cientos de voluntarios escucharan un amplio listado de canciones, las interpretaran ante un karaoke y eligieran aquellas que repetían con mayor facilidad o no se iban de sus cabezas.

A partir de ahí, varios equipos de psicólogos analizaron los resultados y llegaron a tres conclusiones. Una de ellas, evidente, es que cuanto más tiempo el cantante sostiene las palabras, éstas resultan más fáciles de seguir y, por tanto, de repetir. Pónganse a hacerle coros a Antonio Ozores o al trabalenguas del desenladrillador y vean lo qué sucede. En segundo lugar, inconscientemente tienen más aceptación los estribillos enriquecidos con matices y cambios de escala. Y, como colofón, el hombre. No es misoginia. Es que, al parecer, las voces masculinas, agudas y que denotan mayor esfuerzo vocal logran que la gente se anime a corearlas a voz en grito.

Sea cierto o no, aquí van diez canciones del rock internacional (acompañadas de sus videoclips por si te apetece escucharlas) y patrio que siempre encuentran un público entregado.

'We Are the Champions', de Queen No en vano, los voluntarios del estudio universitario coincidieron en destacar esta canción como la más pegadiza del mundo. Pertenece al álbum 'News of the World' (1977) y, aunque se trata de una balada, ha terminado convertida en el himno fundamental de las competiciones deportivas. Presidió las copas del mundo de fútbol de 1994 y 1998. Freddie Mercury compuso el tema al piano y Brian May remató su carácter grandilocuente con la guitarra. Como curiosidad, se editó en un single cuya 'cara B' contenía 'We Will Rock You', otro de los grandes cánticos deportivos del planeta. Brian May lo escribió pensando en cómo enardecer al público para obtener de ellos un coro épico.

'Is this love?', de Whitesnake. David Coverdale y el guitarrista John Sykes alumbraron en 1987 uno de los grandes pelotazos de esta longeva banda británica que muchos consideran una copia menor de Deep Purple. Hoy sigue siendo la pieza más coreada del repertorio en los conciertos del grupo. 'Here I go Again' es la otra. De 1982. Y poco más. Quizá por eso, la novia de Coverdale le abandonó al poco de protagonizar el vídeo de 'Is this love?'.

'Red, Red Wine', por UB40. La fama, a veces, qué injusta es. Neil Diamond compuso esta balada acústica sumamente nostálgica en 1968. Luego fue versioneada por diferentes intérpretes, que la pasaron por múltiples tamices, desde el country al reggae. UB40 se fijó en la recreación jamaicana que hizo Toni Tribe e hicieron su propia revisión, alegre y optimista, para su álbum de covers 'Labour of Love' (1983). Con ella entraron con fuerza en Estados Unidos y llegaron al número uno en Reino Unido y Alemania, algo que Neil Diamond ni había soñado. De hecho, ni Ali Campbell ni el resto de miembros de UB40 sabían que la canción pertenecía al brillante 'songwriter' de Brooklyn, sino que se la atribuían a algún jovial productor jamaicano. 'Red, Red Wine', por cierto, habla del carácter balsámico del vino frente a las novias que se van con un portazo.

'Still Loving You', de Scorpions. Klaus Meine y Rudolf Schenker compusieron este baladón en 1984. Pasa por ser una de las canciones más coreadas del metal melódico. Klaus Meine, de hecho, apenas la canta ya en los conciertos: deja que el público lo haga por él. Puede comprobarse en 'Live in 3 D', el espectacular DVD que acaba de publicar la banda alemana con uno de sus conciertos en su país de origen.

'Smoke on the Water', de Deep Purple. No se trata exactamente de uno de los temas del rock más coreados por la audiencia. En realidad, es la canción más 'coreada' por los guitarristas del mundo entero. En 2007 batió el récord Guinness en un estadio de Kansas cuando 1.683 tipos armados con sus 'Fender Stratocaster' interpretaron simultáneamente los magistrales compases que Ritchie Blackmore alumbró en 1971. El título tampoco es casual. A los componentes de Deep Purple se les ocurrió el tema cuando, desde un hotel en Montreaux (Suiza), vieron cómo se deslizaban sobre un lago las densas nubes de humo procedentes del incendio de un casino situado enfrente, donde un demente acababa de lanzar un petardo en medio de una actuación de Frank Zappa.

'Cadillac solitario', de Loquillo. Había que abrir el apartado nacional de las canciones más coreadas con el principal himno generacional del rock español. Salió publicado en 'El ritmo del garaje', disco crucial de 1983 con el que Loquillo y Trogloditas iniciaba su fulgurante carrera en Madrid tras fajarse en la Cataluña de los años 70. Sabino Méndez escribió una letra que recogía toda la iconografía del rock, los héroes perdidos, los coches americanos y el regusto agrio del desamor y la puso a disposición de la voz y la actitud del Loco. Inmediatamente se convirtió en un éxito que ha crecido con el paso del tiempo hasta alcanzar la profundidad de una sima. Una curiosidad: es el tema que mayor número de veces aparece en los recopilatorios sobre la historia del rock en este país.

'Bienvenidos', de Miguel Ríos. En 1982 supuso toda una convulsión esta canción con la que el granadino ha abierto sus conciertos regularmente en las últimas tres décadas. En aquella época el cantante era ya un individuo absolutamente rupturista que había introducido el concepto de gira en el rock patrio, cambiando las salas de fiesta y las verbenas por las actuaciones en plazas de toros y grandes aforos. Y justo cuando el español medio empezaba a no quedarse ojiplático ante el despliegue de cañones de luz y monitores, aparece Miguel con sus mallas a rayas blancas y negras y canta 'Bienvenidos': una nueva vuelta de tuerca, un tremendo subidón, una de las combinaciones más perfectas de ímpetu, energía y la potencia devastadora de un muro de sonido que llegó a contar con el apoyo de cuatro guitarras. Con esos ingredientes, a ver quién es el listo que nunca ha levantado los dos brazos al aire sintiéndose un hijo del rock and roll. Ahora, nieto.

'La flama', de Obrint Pas. La banda valenciana creada en 1993 a partir de varios grupos de punk rock locales logró que esta canción liderase en 2010 el lipdub más multitudinario grabado jamás en España. Reunió a 5.771 personas en torno a un acto a favor de la independencia catalana en Vic. Tema publicado en 2004 en un álbum homónimo, su mayor popularidad la alcanzó en 2005 con el doble disco en directo 'En moviment', donde la banda exhibe lo mejor de su repertorio de hardcore, reggae, ska y punk en compañía de invitados como Fermín Muguruza.

'Lau teilatu', de Itoiz. Saquen los mecheros, enciéndanlos y dejen mecer sus cuerpos. Itoiz, en concreto su 'alma mater' Juan Carlos Pérez, compusieron en 1978 esta balada que ha conseguido ser coreada por miles de personas aun siendo su letra en euskera. Cumple con varios de los requisitos que, según el estudio de las universidades americanas y británica, debe tener una composición pegadiza; desgarro vocal y un estribillo donde las escalas cambian, suben y bajan más que una montaña rusa. Añadan a eso enormes dosis de emoción contenida y sabrán porque mucha gente no euskaldun es capaz de recitar la letra palabra a palabra. Terminó de universalizarse en 2007 gracias a una versión de Amaia Montero y Mikel Erentxun.

'Boig per tu', de Sau. Imposible cerrar esta lista sin 'Boig per tu', un tema originario de la banda pionera del rock catalán y que alcanzó sus mayores momentos de gloria en el resto del país con la versión que hizo de él Luz Casal, 'Es por tí'. Sau fue uno de los grupos más exitosos de la escena entre 1987, cuando se fundó, y 1999, cuando desapareció como consecuencia de la muerte repetina de su cantante, el también actor Carles Sabater, al final del concierto con el que abrían la gira conmemorativa de su doce aniversario. Su fallecimiento provocó uno de los grandes vacíos en la historia del rock en España y una herencia de canciones que Sabater compuso con el guitarrista Pep Sala. Sobrecoge, por la emoción, la versión a capella que corean varios miles de personas en abril de 1999 durante un homenaje al cantante en el Palau Sant Jordi.

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